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Abril, 2015

Sor Juana Inés de la Cruz es una de las figuras más representativas de las letras hispanas. Teniendo en cuenta la época que le tocó vivir fue una mujer que se adelantó a su tiempo logrando superar las fronteras impuestas socialmente a las mujeres, en tiempos de la Colonia.

Nació el 12 de noviembre de 1651 en Nepantla, un pueblo del Edo. de México. Hija natural de la criolla Isabel Ramírez y de Pedro Manuel de Asbaje (de origen vasco) llevó por nombre de pila Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana.

Aprendió a leer a los tres años, a escondidas de su madre, ya que acompañaba a su hermana mayor a sus clases, y debido a que surgió en ella un deseo tan grande de aprender a leer, le mintió a la maestra diciéndole que su madre ordenaba que también ella tomara la lección.

Su crianza estuvo a cargo del abuelo materno, Don Pedro Ramírez, en una hacienda de Panoayán, Edo. de México hasta la muerte de éste en 1656, y por orden de su madre se dirigió a la capital. Allí residió bajo la tutela de su tía María Ramírez, y tomó clases de latín logrando dominar la lengua con tan sólo veinte lecciones.

Cuando tenía apenas trece años, Juana Inés fue llamada a la Corte Virreinal para servir como dama de la Marquesa de Mancera (esposa del Virrey), quien era una dama muy culta y sentía un gran amor por las letras. El ambiente de la corte influyó definitivamente en la formación de Juana Inés, pues los Virreyes la protegieron de manera decidida. El Virrey, asombrado por la sagacidad demostrada por Juana, convocó a cuarenta letrados de varias facultades para que le aplicaran a la joven una prueba extraordinaria y ella, dejando sin argumentos a los académicos, superó el examen en condiciones de excelencia, lo cual despertó una gran admiración hacia su personita.

Entró en el Convento de San José de las Carmelitas Descalzas el 14 de agosto de 1667, poco antes de cumplir los 16 años, escogiendo así un camino de vida propio, ni la corte ni el matrimonio, del que tantas veces renegó. Tomó esta decisión ya que era la única opción que tenía una mujer para poder dedicarse al estudio. Apenas tres meses después de su ingreso, se vio forzada a abandonar el convento, pues la severa disciplina de la orden hizo grandes estragos en su salud, y regresó con los Virreyes.

Un año y medio permaneció en Palacio y después regresó a la vida de religiosa, esta vez en el convento de San Jerónimo, también una orden de clausura, pero más flexible que la anterior. El 24 de febrero de 1669 tomó los votos definitivos y se convirtió en Sor Juana Inés de la Cruz, allí escribió la mayor parte de su obra y alcanzó la madurez literaria, pues pudo combinar sus labores de contadora y archivista del convento, con una profunda dedicación a sus estudios y aunque le fue ofrecido el lugar de Abadesa del convento, Sor Juana lo rechazó en dos oportunidades.

Sor Juana se dio a conocer con prontitud, y desde entonces fue solicitada frecuentemente para escribir obras por encargo: décimas, sonetos, liras, redondillas, obras de teatro, etc., entre las cuales destacó Neptuno Alegórico en 1689. Sus motivos variaron siempre de lo religioso a lo profano. En 1692 se hizo merecedora de dos premios del concurso universitario "Triunfo Parténico".

Su amor por la lectura le llevó a armar una colección bibliográfica de cuatro mil volúmenes que archivaba en su celda, la cual llegó a ser considerada la biblioteca más rica de Latinoamérica de su tiempo. Poseía además instrumentos musicales y de investigación científica, lo que pone en evidencia que su formación intelectual alcanzó las áreas de astronomía, matemáticas, música, artes plásticas, teología y filosofía, entre otras.

Una carta escrita por Sor Juana Inés de la Cruz, cambiaría el curso de su vida, ya que criticaba un sermón del padre Vieira, un jesuita portugués de conocida trayectoria como teólogo, además de que cuestionaba las distancias entre el amor divino y el amor humano, lo celestial y lo terrenal, constituyendo un intenso ensayo autobiográfico y declarativo de principios intelectuales, esto fue el principio de su fin en una sociedad inquisidora y patriarcal que no podía admitir su genial libertad de espíritu, sobre todo por ser mujer. El revuelo que originó esta carta terminó por volverse en su contra y renunciando a sus instrumentos y a su biblioteca, se dedicó por el resto de sus días a la vida conventual.

Sor Juana Inés de la Cruz murió víctima de una epidemia el día 17 de abril de 1695, mientras asistía a las hermanas en el convento. Fue inmortalizada con el nombre de la Décima Musa.

De su extensa obra destacan: Primero Sueño, Neptuno Alegórico, Amor es más laberinto, Los empeños de una casa, El Divino Narciso, El Mártir del Sacramento.

La virreina y mecenas de Sor Juana, doña Leonor Carreto, se encargó de la primera publicación de su obra, la colección poética Inundación Castálida. La edición completa de sus obras la llevó a cabo Méndez Plancarte, editada en 4 tomos por el Fondo de Cultura Económica en 1951.

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