Un sabroso accidente

Alrededor del año 1730, el obispo de Puebla decidió supervisar todo lo que sucedía en cada uno de los conventos de la Ciudad. Esto causó una gran expectación pues a él le gustaba revisar todo a la perfección, sin que un solo detalle quedase suelto.

En cada uno de los conventos de Puebla todo estuvo listo para la visita del obispo. En el Convento de Santa Clara se estaba preparando uno de los mejores platillos con guajolote y una salsa picante.

Se tenía una variedad enorme de ingredientes, entre ellos estaban el plátano macho, el ajonjolí, las almendras, el cacahuate, las pasas; sin faltar los chiles mulato, pasilla y chipotle. Con todo esto se había preparado una salsa para bañar al guajolote.

El obispo estaba por llegar al convento. La cocinera estaba tan nerviosa que no podía dejar de dar órdenes y de correr de un lado a otro para verificar que todos los platillos estuvieran perfectamente. En el ir y venir, no se percató que una de las mesas, la que estaba más cercana a la salsa en el fuego y en la que estaba preparándose el guajolote, estaba llena de chocolate que se utilizaría para uno de los postres. Sin querer tropezó con la mesa, entonces los chocolates y otros ingredientes volaron y la salsa se volvió aún más espesa.

Arreglar este accidente fue imposible. Las monjas no tuvieron más remedio que servir el platillo, tal y como había quedado después de que el chocolate había caído en la salsa, esperando a que las regañaran.

Pero su sorpresa fue más grande cuando en lugar de un regaño recibieron una felicitación de parte del obispo. Gracias a este sabroso accidente, se cocinó uno de los platillos poblanos más famosos en México y en el Mundo: el sabrosísimo Mole Poblano.


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