Una vez existió un valeroso y bravo guerrero, luchador de uno de los imperios más grandes que la humanidad ha visto, enamorado de una hermosa doncella que se encontraba capturada.

El nombre de este gran combatiente era Popocatépetl, quien se había enterado que sacrificarían a la doncella de nombre Iztaccíhuatl, para que las cosechas del imperio fuesen mejores ese año.

El día del sacrificio estaba cerca y el valeroso combatiente sentía latir su corazón ya que la doncella también quería corresponder a su amor. La noche anterior a la ceremonia de sacrificio, Popocatépetl se acercó para liberar a Iztaccíhuatl.

En la escapatoria una de las flechas enemigas hirió gravemente a Iztaccíhuatl. Cuando el bravo guerrero se dio cuenta del profundo daño que su amada tenía en el pecho, la tomó entre sus brazos y se la llevó hasta un campo alejado, para que nadie pudiese hallarlos.

Al paso del tiempo la nieve de aquel lugar cubrió sus cuerpos sin que nadie supiera nada de ellos. Así, velando el sueño de su amada, y sin que los dos se dieran cuenta, ella durmió eternamente. El valeroso guerrero murió de tristeza al verse sin Iztaccíhuatl. Desde entonces, los dos descansan unidos en un sueño, unidos por un amor que lo venció todo.


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